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miércoles, 30 de octubre de 2013

Encuentro

Caminaba plácidamente por el jardín, recorriendo alegremente el camino por entre los rosales floridos.
La tarde comenzaba a alejarse serena y los últimos rayos de sol hacían ver el paisaje de un rojizo encendido, como encendida estaba mi pasión en ese momento.
Esperaba ansiosa la llegada de mi amado quien  no tardaría en aparecer.
Hacia apenas unos días me había entregado una carta donde me citaba al encuentro y yo no me hice del rogar, ya que mi corazón enamorado ansiaba verlo..
De pronto, dos grandes ojos azules destellaron en el ocaso y se posaron fijamente en mí.
Aquellos ojos azules con los que un día había soñado, y hoy por fin se hallaban  frente a mí.
Quedé paralizada unos instantes, los suficientes para darme cuanta de cuan enamorada estaba.
El rubor  cubrió mis mejillas que ardían, y el frío  se adueño de mis manos que temblaban de emoción.
El nerviosismo en mi aumentó, cuando aquellos ojos se hicieron acompañar de una encantadora sonrisa. 
Mi corazón latía tan fuerte.
De pronto, la suave melodía de una dulce voz que saludaba enmudeció mi corazón y por poco también  mi voz, ya que con dificultad y timidez respondí al saludo.
Era un momento embriagador, sentía como si el aire se rehusara a penetrar en mis pulmones.
De seguro era evidente lo que sentía en ese momento porque aquella exquisita boca no dejaba de sonreír.
El aroma de las rosas perfumaban todo a mi alrededor y aspirarlo era un deleite, pero no mas que el deleite de aquella mano que apareció entrelazándose con la mía y apaciguando el frío intenso que hacía unos instantes congelaba mis dedos.
Poco a poco es frío abandonaba mis manos y un calor intenso envolvió todo mi  cuerpo.
Alcé  la vista lentamente y con gran emoción me vi reflejada en aquella azul mirada que me dejó hechizada…
Al instante mi voluntad me abandonó y sin pensarlo dos veces caí rendida al deseo de besarle perdiéndome entre sus brazos al final del ocaso.
Escrito Por: Beyanira Aguirre.

lunes, 28 de octubre de 2013

Treinta años de lluvia y un día de sol



Caminaba rumbo a mi casa después de un largo y cansado día de trabajo.
Pensaba en mi pobre gata Kitty tan sola todo el día en aquel apartamento frio y solitario.
Durante el día había sentido una extraña sensación, como un dolor  en el pecho que no podía explicar y temía que fuera a enfermar.
Las grandes nubes grises en el cielo, se juntaron, y en cuestión de minutos comenzó a llover.
Por la prisa, había olvidado mi paraguas, así que después de unos instantes ya estaba toda empapada.
Caminaba muy aprisa con la mirada hacia abajo porque las gotas golpeaban mi rostro, mis pies salpicaban en los charcos y el frio hacia tiritar mis manos.
De pronto, abruptamente tropecé con alguien que también corría por la lluvia, levanté rápidamente la mirada y sentí como mi corazón se exaltaba.
No le reconocí de inmediato, pero, cuando un corazón enamorado se ha entregado, nunca olvida, y mi corazón no  se equivocaba, el si sabía quien era.
Su cabello estaba blanco y sus facciones un tanto fruncidas, pero sus ojos, ¿como olvidarlos?, eran los mismos de hace treinta años.
Aun le puedo recordar perfectamente saliendo del salón de clase, su sonrisa al estar con sus amigos y el destello de su mirada que se escapaba de vez en cuando como si me mirase.
Me quede paralizada frente a el contemplándole fijamente… debí parecerle una loca.
Muy educadamente me preguntó si estaba bien, pero yo permanecía muda ante el.
Solo le sonreí esperando  que me recordara, que pudiera ver a través de mi mirada algo que le hiciera recordar a aquella niña de pecas y cabellos entrenzados que le seguía en los recreos, aquella que crecía y buscaba siempre  un asiento junto a el , solo para verle,  pero… no lo hizo.
A cambio solo me devolvió su sonrisa y viendo que yo estaba bien, siguió su camino bajo el aguacero que arreciaba cada vez más.
Yo… me quede ahí, de pie, inmóvil, viendo con tristeza como se alejaba, igual que la primera vez,  cuando por miedo no me atreví a decirle nunca lo que sentía y lo deje ir de la mano de mi mejor amiga.
Hace unos años atrás, me había dado cuenta de un terrible accidente le había dejado viudo, sentí pena y  quise buscarlo, pero, este maldito miedo me freno nuevamente y no pude… ahora comprendo  que  quizás fue lo mejor.
Hoy, un día lluvioso, después de tantos años,  y por esas cosas del destino nos volvimos a encontrar, solo para darme cuenta de que me engañe todos estos años amando al hombre equivocado, viviendo una vida solitaria, y esperando  un amor que nunca llegaría.
Para él  nunca existí, fui una cara más que con el tiempo se olvida… y aun así,  yo nunca lo dejé de amar.
De pronto el maullido de un pobre gato callejero que se resguardaba de la lluvia en un alero, me hizo recordar a Kitty, quien de seguro me estaría esperando junto a la ventana.
Quise mirarle por última vez pero había desaparecido con la lluvia, así que eche a correr esperando llegar pronto a casa.

Es extraño, pero el dolor en el pecho, desapareció también.

viernes, 25 de octubre de 2013

Besos de mariposa



















Cuenta la historia que hubo una niña llamada Valentina,  cuyo corazón se enamoró del hijo de un leñador que vivía en las montañas.
Los  padres de ambos se oponían a esa relación, ya que eran muy jóvenes,  pero todos sabemos que para el amor no hay edad.
El leñador daba mucho trabajo al niño para tenerle ocupado y así olvidase esa idea de ver a la niña. Los padres de la niña, la castigaban duramente cada vez que ella lograba verse con el.
Se  amaba y ambos  sufrían  mucho porque aunque eran muy jóvenes, su amor era puro y verdadero.
El niño cuando tenía una oportunidad, bajaba al pueblo para verla, pero el padre de la niña no permitía que se acercara a su casa, así que el niño se conformaba con sentarse en la rama de un árbol a la orilla del camino y verla de lejos por la ventana.
La niña con su dulce sonrisa se asomaba y le lanzaba de cuando en cuando besos en forma de mariposa, para que pudieran volar a sus labios, mientras que el niño estiraba sus manos y  los atrapaba para guardarlos en su corazón.
Así se amaron por mucho tiempo, lejos el uno del otro.
Todo el pueblo sabía la situación y aunque algunos la criticaban, otros se maravillaban del  amor que los unía aun en la distancia.
Con los años, fueron creciendo, él más fornido, ella más bella y su amor crecía con ellos.
Una mañana muy temprano el niño ya joven, se puso ante su padre y le dijo:
__Padre, he sido obediente a tus deseos, he trabajado a tu lado y he aprendido el oficio  gracias a ti, ahora,  he decidido hacer mi vida y bajaré al pueblo, buscare  a Valentina y la haré mi esposa.
El padre comprendió que su hijo ya era un hombre y aceptó que aquel amor no era un capricho, ya que había podido sobrevivir al tiempo y los obstáculos, así que tomándole la mano le dijo:
__ ¡Ve con Dios hijo!, ve con Dios.
El joven estaba muy contento y su alegría no cabía en su pecho, por el camino recogía cuanta florecilla silvestre encontraba, hasta que formó un hermoso ramo lleno de color y perfume, ramo que pondría sobre las blancas, suaves y delicadas manos de Valentina, su amada Valentina.
Pensaba en ella,  en su sonrisa y en sus besos que no serían ya nunca más  de mariposa. 
Pronto llegó al pueblo, y vio que una gran multitud se reunía.
No sabía que pasaba, así que se acercó para poder ver mejor.
Mientras caminaba hacia el tumulto, algunos que lo veían decían:
__ ¡Pobre chico!
Una sensación extraña se apoderó de él y su corazón se exaltaba sin razón.
Las exclamaciones de la gente y algunos sollozos comenzaron a asustarlo, así que se dio prisa, cuando llegó al centro del gentío no creía lo que sus ojos veían.
El padre de Valentina sostenía a su hija en brazos, mientras que la madre lloraba desconsolada a su lado suplicándole perdón.
Valentina estaba pálida, de sus ojos cerrados brotaban unas cuantas lágrimas y entre sus manos cerradas tenia una nota en la cual estaban dibujados unos besos de mariposa.
El pobre joven estaba atónito y sin pronunciar palabra, solo miraba con horror.
La gente comentaba entre si:
__ No debieron obligarla.
Se dice que  hace algunos años Valentina había enfermado, con el tiempo se volvió de gravedad, pero esto el joven no lo sabía.
El medico había ordenado que  no se le dieran disgustos porque su delicado corazón no lo soportaría.
El padre no conforme con el diagnóstico busco un médico de ciudad, el cual no dudó en verla y esto les llenó de alegría,  lo que no pensaron  fue que dicho médico se enamoraría de ella y la pediría para esposa.
Los padres muy contentos aceptaron, pero Valentina no quería, su corazón era del joven leñador y esto le causó angustias.
Angustias que se hicieron  cada vez más fuertes porque su padre no perdía oportunidad para convencerla de que desposarse con aquel médico era lo mejor, pero  esto lo que hacia era enfermarla más y más.
Lo único que la tranquilizaba  eran las visitas clandestinas del joven leñador que con su amor le hacia olvidar toda su pena y dolor.
Esa mañana, ella había decidido fugarse con el joven leñador, porque sabía que su padre jamás le daría el permiso, pero también sabía que si su padre la descubría no podría hacerlo, así que  sobre una nota en blanco dibujo unos  besos de mariposas, que  le entregaría si no pudiese irse con él.
Cuando el joven supo las razones de su muerte perdió la razón y tomando la nota corrió por entre los montes hasta perderse de vista entre las montañas, dejando sobre el cuerpo de Valentina el ramo de flores que había cortado para ella.
Desde entonces nadie le volvió a ver.
Se dice que cada mañana, al cumplirse un aniversario más de la muerte de valentina, miles de mariposas cruzan por el pueblo pasando frente a la ventana de la joven, y  que algunas se posan en la rama donde una vez se sentara el joven leñador.


Aun hoy, cuando se cuenta la historia, los que los conocieron no pueden evitar llorar.
Escrito por: Beyanira Aguirre

martes, 22 de octubre de 2013

Dos corazones


















Eran las tres, la estación estaba llena de gente que esperaba ansiosa la llegada del tren.
Yo me encontraba en la orilla de la estación , esperando también. 
Durante muchos años estuve soñando con ese día y por fin había llegado, las manos me temblaban y mi corazón latía tan fuerte que se podía escuchar a kilómetros.
Hace muchos años , siendo muy joven , inexperta y con falta de experiencia , tube miedo, mucho miedo y no encontré el valor, así que solo me aleje olvidando a mis espaldas lo que después de muchos años comprendí, seria mi única razón.
Fueron muchas las noches que no dormí pensando en mis errores , aquellos que me siguieron cada día.
Lloré y escondía mis lagrimas entre falsas sonrisas, pero en la soledad solo me ahogaban más.
Nadie conocía el motivo de mi tristeza y no me importaba porque mi corazón si lo sabia y me lo reprochaba cada vez que podía.
El viento frió hacia un poco mas dramática la espera y solo anhelaba tenerle en mis brazos y apretarlo con fuerza, sentir su piel y aspirar su aroma, que aunque había pasado ya mucho tiempo, era lo único que no había podido borrar de mi.
No sabía como me miraría , ni como sería su sonrisa , o peor aun , ¿me aceptaría?, ¿seria yo acaso de su agrado?, eran unas de las muchas preguntas que volaban por mi cabeza.
Apenas si tengo un bago recuerdo de cuando lo tuve entre mis brazos por vez primera, antes de ...
La tarde era fría y gris y todas las personas que ahí estaban , tenían puestos gruesos abrigos y bufandas de colores , ya que el frió se intensificaba más, mientras mis pensamientos me traicionaban.
Mis malas acciones, mis equivocaciones, aquellos terribles errores que me marcaron, venían uno tras otro en secuencia devastadora, haciendo estremecer mi alma al punto de casi llevarme las manos al rostro y llorar no solo de tristeza sino de vergüenza.
Sin duda no me alcanzaría la vida para perdonarme y no me importaba , porque lo que realmente me importaba era si él me perdonaría.
Me encontraba sumergida en un poso de dudas y miedos cuando un sonido estrepitoso me hizo volver de mi mente alejada por el sin fin de imaginaciones que se apoderaron de mi durante aquel tiempo.
Era el tren , al fin se acercaba disminuyendo su velocidad.
La gente se amontonaba para recibir a los pasajeros y yo me abría paso entre ellos, no podía contener mi nerviosismo , miraba a los pasajeros bajar de uno en uno, cada quien buscando entre la multitud a sus familiares.
Mis ojos inquietos buscaban alguna señal de él entre las siluetas presurosas de la gente, ya no le recordaba físicamente, pero eso no impedía que le buscara....de pronto, mi corazón dio un salto como si me avisara algo y rápidamente dirigí la mirada a la ultima puerta del ultimo vagón del tren y vi como descendían  unos  pies.
¿Como supe enseguida que se trataba de él?, bueno, la sangre es un lazo muy fuerte y mi corazón no me engañaba.
Me sentí paralizada, quería correr a su encuentro, pero ambos pies permanecían inmóviles , sujetos al suelo.
Mi corazón saltaba incontrolable y el bullicio de la gente se silenciaba , mientras se acercaba a mi.
La multitud se paseaba entre ambos y no podía divisar su rostro, solo de cuando en cuando veía como aquellos  pies se iban acercando por en medio de la gente.
Habían pasado casi 12 años y ahora , estos segundos me parecían toda una vida.
Con cada paso mi corazón traía a mi, incontables miedos, miedo al rechazo, al odio, al dolor.
Poco a poco la gente se fue desvaneciendo entre ambos y pude ver con gran tristeza , dos hermosos ojos azules que me miraban  des conocidamente, como si no le importara el quien era yo  .
No podía juzgarle, realmente para él yo era una extraña que aparecía de repente en su vida , así, sin avisar, no podría esperar otra cosa que no fuera su indiferencia.
Agarrado a su mano estaba ella, la que lo cuido en mi ausencia , la que lo vio crecer y a la que sin duda le dolía esto más que ami.
No se quien estaba mas asustada, si ella porque temía perderle, o yo porque sentía que hacia mucho tiempo le había perdido ya.
Nos quedamos mirando por unos instantes, los mas silenciosos de mi vida, ella con sus ojos llenos de lágrimas que se rehusaban a salir , y yo con mi cara llovida porque no pude contenerme.
El sostenía la mano de ella mientras le preguntaba quien era yo
Con una voz suave y tierna ella se disponía a contestar , pero la detuve, sentí tanto miedo por lo que pudiera decir que no la deje hablar.
El solo me miraba , pero su mirar era tan vacío, buscaba en ellos el indicio de algún recuerdo que me acercara a él pero no pude encontrar nada, para el yo solo era eso , nada, con tristeza supe en ese momento que  me había olvidado.
Comprendí entonces que no tenía caso aparecer en su vida y cambiar todo en su mundo, el cual sin duda era feliz, estaba hermoso, grande y sano, lleno de sueños y esperanzas, cosas que yo no ayude a que tuviera y por supuesto, no le quitaría.
No seria egoísta una vez mas arrebatando su felicidad  y  por primera vez haría lo correcto, le contemplaría asta memorizar su rostro y lo guardaría en mi corazón para llevarlo con migo al marchar.
Voltee mis ojos hacia ella y con un gesto de gratitud me despedí no sin antes acercarme un poco mas a el y  besarle la mejilla.
Acaricie su rubio cabello y me aleje, dejando en ese lugar un trozo de mi alma que se rehusaba a perderle, no sabiendo que desde el primer momento en que lo deje , ya lo había perdido para siempre.
Había caminado unos cuantos pasos, cuando le escuche decir:
___¿Quien es ella madre?
Aquella palabra retumbo en mis oídos y golpeo mi corazón.
Me detuve abruptamente y pensé ... Como una palabra tan pequeña podía doler tanto para quien había perdido el derecho y como enorgullecía a quien con dedicación , amor y desvelo la había ganado, convirtiéndose en un lazo más fuerte que la misma sangre.
Retomé mi camino en el mas solitario de los silencios y me alejé tan pronto como pude, no sin antes escuchar ....
___Nadie hijo .... ¡ven!, 
Ambas lo amábamos , ella para continuar a su lado, cuidándolo y amándolo y yo, para dejarlo ir y que fuera siempre feliz.


Escrito por: Beyanira Aguirre.

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