Cuenta la historia que hubo una niña llamada Valentina, cuyo corazón se enamoró del hijo de un leñador
que vivía en las montañas.
Los padres de ambos se
oponían a esa relación, ya que eran muy jóvenes, pero todos sabemos que para el amor no hay
edad.
El leñador daba mucho trabajo al niño para tenerle ocupado y así
olvidase esa idea de ver a la niña. Los padres de la niña, la castigaban
duramente cada vez que ella lograba verse con el.
Se amaba y ambos sufrían mucho porque aunque eran muy jóvenes, su amor
era puro y verdadero.
El niño cuando tenía una oportunidad, bajaba al pueblo para verla,
pero el padre de la niña no permitía que se acercara a su casa, así que el niño
se conformaba con sentarse en la rama de un árbol a la orilla del camino y
verla de lejos por la ventana.
La niña con su dulce sonrisa se asomaba y le lanzaba de cuando en
cuando besos en forma de mariposa, para que pudieran volar a sus labios,
mientras que el niño estiraba sus manos y
los atrapaba para guardarlos en su corazón.
Así se amaron por mucho tiempo, lejos el uno del otro.
Todo el pueblo sabía la situación y aunque algunos la criticaban,
otros se maravillaban del amor que los
unía aun en la distancia.
Con los años, fueron creciendo, él más fornido, ella más bella y
su amor crecía con ellos.
Una mañana muy temprano el niño ya joven, se puso ante su padre y
le dijo:
__Padre, he sido obediente a tus deseos, he trabajado a tu lado y
he aprendido el oficio gracias a ti,
ahora, he decidido hacer mi vida y
bajaré al pueblo, buscare a Valentina y
la haré mi esposa.
El padre comprendió que su hijo ya era un hombre y aceptó que
aquel amor no era un capricho, ya que había podido sobrevivir al tiempo y los obstáculos,
así que tomándole la mano le dijo:
__ ¡Ve con Dios hijo!, ve con Dios.
El joven estaba muy contento y su alegría no cabía en su pecho,
por el camino recogía cuanta florecilla silvestre encontraba, hasta que formó
un hermoso ramo lleno de color y perfume, ramo que pondría sobre las blancas,
suaves y delicadas manos de Valentina, su amada Valentina.
Pensaba en ella, en su
sonrisa y en sus besos que no serían ya nunca más de mariposa.
Pronto llegó al pueblo, y vio que una gran multitud se reunía.
No sabía que pasaba, así que se acercó para poder ver mejor.
Mientras caminaba hacia el tumulto, algunos que lo veían decían:
__ ¡Pobre chico!
Una sensación extraña se apoderó de él y su corazón se exaltaba
sin razón.
Las exclamaciones de la gente y algunos sollozos comenzaron a
asustarlo, así que se dio prisa, cuando llegó al centro del gentío no creía lo
que sus ojos veían.
El padre de Valentina sostenía a su hija en brazos, mientras que
la madre lloraba desconsolada a su lado suplicándole perdón.
Valentina estaba pálida, de sus ojos cerrados brotaban unas
cuantas lágrimas y entre sus manos cerradas tenia una nota en la cual estaban
dibujados unos besos de mariposa.
El pobre joven estaba atónito y sin pronunciar palabra, solo
miraba con horror.
La gente comentaba entre si:
__ No debieron obligarla.
Se dice que hace algunos
años Valentina había enfermado, con el tiempo se volvió de gravedad, pero esto
el joven no lo sabía.
El medico había ordenado que
no se le dieran disgustos porque su delicado corazón no lo soportaría.
El padre no conforme con el diagnóstico busco un médico de ciudad,
el cual no dudó en verla y esto les llenó de alegría, lo que no pensaron fue que dicho médico se enamoraría de ella y
la pediría para esposa.
Los padres muy contentos aceptaron, pero Valentina no quería, su
corazón era del joven leñador y esto le causó angustias.
Angustias que se hicieron cada vez más fuertes porque su padre no perdía
oportunidad para convencerla de que desposarse con aquel médico era lo mejor, pero
esto lo que hacia era enfermarla más y
más.
Lo único que la tranquilizaba eran las visitas clandestinas del joven leñador
que con su amor le hacia olvidar toda su pena y dolor.
Esa mañana, ella había decidido fugarse con el joven leñador,
porque sabía que su padre jamás le daría el permiso, pero también sabía que si
su padre la descubría no podría hacerlo, así que sobre una nota en blanco dibujo unos besos de mariposas, que le entregaría si no pudiese irse con él.
Cuando el joven supo las razones de su muerte perdió la razón y
tomando la nota corrió por entre los montes hasta perderse de vista entre las
montañas, dejando sobre el cuerpo de Valentina el ramo de flores que había
cortado para ella.
Desde entonces nadie le volvió a ver.
Se dice que cada mañana, al cumplirse un aniversario más de la
muerte de valentina, miles de mariposas cruzan por el pueblo pasando frente a
la ventana de la joven, y que algunas se
posan en la rama donde una vez se sentara el joven leñador.
Aun hoy, cuando se cuenta la historia, los que los conocieron no
pueden evitar llorar.
Escrito por: Beyanira Aguirre