Pensaba en mi pobre gata Kitty tan sola todo
el día en aquel apartamento frio y solitario.
Durante el día había sentido una extraña
sensación, como un dolor en el pecho que
no podía explicar y temía que fuera a enfermar.
Las grandes nubes grises en el cielo, se
juntaron, y en cuestión de minutos comenzó a llover.
Por la prisa, había olvidado mi paraguas, así
que después de unos instantes ya estaba toda empapada.
Caminaba muy aprisa con la mirada hacia abajo
porque las gotas golpeaban mi rostro, mis pies salpicaban en los charcos y el
frio hacia tiritar mis manos.
De pronto, abruptamente tropecé con alguien
que también corría por la lluvia, levanté rápidamente la mirada y sentí como mi
corazón se exaltaba.
No le reconocí de inmediato, pero, cuando un
corazón enamorado se ha entregado, nunca olvida, y mi corazón no se equivocaba, el si sabía quien era.
Su cabello estaba blanco y sus facciones un
tanto fruncidas, pero sus ojos, ¿como olvidarlos?, eran los mismos de hace
treinta años.
Aun le puedo recordar perfectamente saliendo
del salón de clase, su sonrisa al estar con sus amigos y el destello de su
mirada que se escapaba de vez en cuando como si me mirase.
Me quede paralizada frente a el contemplándole
fijamente… debí parecerle una loca.
Muy educadamente me preguntó si estaba bien,
pero yo permanecía muda ante el.
Solo le sonreí esperando que me recordara, que pudiera ver a través de
mi mirada algo que le hiciera recordar a aquella niña de pecas y cabellos
entrenzados que le seguía en los recreos, aquella que crecía y buscaba
siempre un asiento junto a el , solo
para verle, pero… no lo hizo.
A cambio solo me devolvió su sonrisa y viendo
que yo estaba bien, siguió su camino bajo el aguacero que arreciaba cada vez más.
Yo… me quede ahí, de pie, inmóvil, viendo con
tristeza como se alejaba, igual que la primera vez, cuando por miedo no me atreví a decirle nunca lo
que sentía y lo deje ir de la mano de mi mejor amiga.
Hace unos años atrás, me había dado cuenta de
un terrible accidente le había dejado viudo, sentí pena y quise buscarlo, pero, este maldito miedo me
freno nuevamente y no pude… ahora comprendo
que quizás fue lo mejor.
Hoy, un día lluvioso, después de tantos años,
y por esas cosas del destino nos volvimos
a encontrar, solo para darme cuenta de que me engañe todos estos años amando al
hombre equivocado, viviendo una vida solitaria, y esperando un amor que nunca llegaría.
Para él
nunca existí, fui una cara más que con el tiempo se olvida… y aun
así, yo nunca lo dejé de amar.
De pronto el maullido de un pobre gato
callejero que se resguardaba de la lluvia en un alero, me hizo recordar a Kitty,
quien de seguro me estaría esperando junto a la ventana.
Quise mirarle por última vez pero había
desaparecido con la lluvia, así que eche a correr esperando llegar pronto a
casa.
Es extraño, pero el dolor en el pecho, desapareció también.
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