Hace mucho tiempo,
allá en el firmamento oscuro y lejano, vivía una hermosa estrellita de ojitos
de luz.
Viajaba por el
universo al lado de sus hermanitas mayores y visitaba hermosas galaxias llenas
de grandes misterios.
Un día, al dirigirse
a una de sus muchas aventuras, entre risas y juegos, alzó sus bellos ojos al
sol de nuestra galaxia y sintió una gran curiosidad al ver nuestro planeta.
Le pareció hermoso
con su color azul intenso.
Tuvo muchas ganas de acercarse
a él, pero sus hermanas no le dejaron.
Le dijeron que era
peligroso, y que las estrellas que
alguna vez se atrevieron a ir a él, se perdieron y nunca más regresaron.
Ella no les escucho.
__ ¿Cómo algo tan
bello puede ser tan malo?__ Se preguntó mientras se dirigía al lado oscuro de
la luna donde dormirían después de su largo viaje.
Desde aquel momento
no hacia más que pensar en aquel hermoso planeta del cual se había enamorado.
Un día de tantos, su
curiosidad pudo más que todas las advertencias de sus hermanas y apresurándose
se dispuso a bajar a la tierra.
Su viaje fue muy
largo, pero cuanto más se acercaba, mas se enamoraba, los colores se
intensificaban y esto la incitaba a
seguir sin temor.
Al fin
llegó a las nubes blancas y sus ojitos brillaron de gran emoción. Jugó
brincando sobre ellas mientras reía a carcajadas, nunca antes había tocado algo
tan suave.
Al bajar un poco más
la mirada, hacia el océano, vio que era realmente hermoso, tan cristalino que
podía ver el fondo y a las miles de criaturas que nadaban en sus frescas aguas.
Las olas al reventar
en la orilla, le salpicaron su carita y esto hizo que riera a carcajadas, pues
las gotitas estaban tan frescas y saladas.
De pronto un soplo de
aire le susurró haciendo que mirara hacia los pinos que habitaban la montaña.
Estos bailaban un
hermoso vals al compás del viento, se mecían rítmicamente y ella entre sus
ramas dócilmente se dejaba acariciar; no podía evitarlo, estaba enamorada de
todo ahí y ni siquiera pensaba en regresar a casa.
No supo cuanto tiempo
transcurrió desde su llegada, pero estaba feliz, de pronto, al abrir sus ojitos
vio un pequeño resplandor como de vela que se salía por una pequeña ventana de
una casita vieja que se encontraba en medio del bosque.
Presurosa se dirigió
a la ventana y temerosa asomo sus brillantes ojitos por el cristal.
Su mirada se
fijo sobre una humilde cama en la cual
estaba acostada una niñita con semblante enfermizo. A su lado una mujer de
aspecto cansado cuidaba de ella,
mientras tiritaba de frio y lloraba.
La pobre estrellita
sintió pena de la mujer y más aun de la niña, porque al parecer, ella escuchaba
el océano, el viento y el vals pero no podía salir de su cama y disfrutarlo.
La estrellita movida
a compasión, permaneció un buen rato
junto a la ventana, de pronto la mujer no aguantando más el cansancio y sentada
en una vieja silla renca, se quedó dormida
La niña parecía
dormir, así que la estrellita se dispuso a irse para seguir jugando, cuantas
cosas le faltaban por ver y descubrir de aquel hermoso planeta, pero al darse
la vuelta escucho una voz que decía:
Estrellita
fugas que surcaste los cielos,
un
deseo me has de cumplir,
quiero
jugar en las nubes,
quiero
bailar, quiero reír.
Quiero
sentir el agua salada
y
respirar la brisa del campo
volar
sobre las nubes blancas
y subir con tigo asta lo más alto.
La estrellita
asustada al girar, vio que los hermosos ojitos de la niña estaban cerrados y sus
manitas muy juntas frente si, de inmediato se sintió atada como si su voluntad
la abandonara. Quiso esconderse pero ya era tarde, una diminuta lágrima corría
por la mejilla pálida de la niña que poco a poco se convertía en un débil rayo
de luz que se extinguía.
Sintiéndose atraída
por aquella cristalina lágrima, se filtró asta el cuarto por una ranura cerca
de la ventana y al estar frente a la niña, se despidió de sus hermanas, supo
entonces que no regresaría.
Había pasado tanto
tiempo que los rayos del sol comenzaban a asomar tras el horizonte, la
estrellita sintió tanta paz al ver a la niña que al final ella también se quedó dormida.
Por: Beyanira Aguirre
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