El salón estaba vacío, la función no empezaba sino hasta las seis, las cortinas estaban entre abiertas y en medio del salón estaba él. Se disponía a tocar el piano como solía hacerlo, desde niña le había admirado solo que esta vez algo era diferente.
Caminaba a su alrededor y lo acariciaba con tristeza, con ternura y pasión aquel piano era su mundo, su vida, su todo…
No sé explicar porque ese día todo era diferente, solo se que cuando se sentó frente el y coloco sus manos sobre las teclas, sus dedos comenzaron a bailar repartiendo por todo el salón incontables notas.
Notas que viajaban por todas partes, la habitación estaba llena de ellas, casi podía verlas, sentirlas, cada rincón de aquel lugar se llenaba de bellas melodías que se escapaban por las ventanas entreabiertas y se dejaban escuchar hasta la calle.
Las personas que caminaban frente a la casa se detenían para apreciar aquel majestuoso concierto.
Él, con sus ojos cerrados, dejaba que sus dedos bailaran sobre las teclas mientras su espíritu viajaba a kilómetros de su cuerpo al compás de aquellas notas viajeras.
Yo, con gran emoción reía en silencio como solía hacerlo, pues temía romper aquel armonioso momento, el salón entero giraba y en la calle, el grupo de espectadores aumentaba; sentía que volaba, de pronto, vi como de sus ojos comenzaban a salir lagrimas y un dolor cruzó en mi pecho, una gran tristeza se apoderó de mí.
No podía entender como un alma tan triste pudiera expresar a través de sus manos notas tan hermosas y llenas de sentimientos que hacían a otros volar de felicidad mientras él moría de dolor con cada nota que tocaba.
Cuan solo lo sentí….
No pude contenerme y lloré, lloré en el más completo silencio, no me atrevía a interrumpirle, ese era su momento, quizás su último momento y no seria yo quien lo terminaría.
Las notas fueron bajando intensidad, la gente, quien había permanecido inmóvil frente a la casa, disfrutando de aquel concierto majestuoso, satisfechos uno a uno se fueron retirando, así pronto la calle quedó vacía como vacio estaba por quedar el salón, las notas se hacían cada vez mas débiles como retornando de donde provenían, como despidiéndose, como diciendo, por ultima ves.
Cuanta razón tenía al darme cuenta de que ese día todo era diferente y peor aun, que desde ese día ya nada sería igual.
Sus arrugadas y cansadas manos se estaban despidiendo de aquel piano que era su mundo, su vida, su todo.
Las notas viajeras se encargaron de llevarlo con ellas y a mí… a mi solo me dejaron, el recuerdo de su canción.
Creado Por: Beyanira Aguirre
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