Erase una vez una hermosa mujer, cuyo corazón no había conocido al amor.
Gustaba de pasar horas en su jardín cuidando las flores mas exquisitas que se puedan imaginar y a cuanto galán se le cruzaba por el camino tratando de enamorarle, con frialdad le respondía un no.
Un día su corazón bajo la guardia y sin darse cuenta se vio envuelta en lo que sería su perdición.
Se había enamorado de un joven que le bajó con sus propias manos el sol, la luna y las estrellas.
Pasaron muchos días y el amor en su corazón florecía como su hermoso jardín, tanto así que segaba su razón.
El joven le amaba y ella le adoraba.
Una noche plateada, bajo los efectos embriagantes del amor y al calor de la pasión, la florecita se entregó a disfrutar el dulce sabor del placer....
Al día siguiente quedaron en verse en un pequeño santuario, para fundir así aquel amor que les quemaba y unir sus almas frente al único testigo... el ocaso.
Ella emocionada espero aquel día con tantas ansias..
Por fin el día llegó y ella ataviada de blanco, esperaba impaciente el momento anhelado.
El reloj daba su marcha incansable sin mirar atrás, de pronto, un niño cruzo el jardín asta estar frente a ella, traía entre sus manos una flor , en su bolsillo una carta y en sus ojos la impresión de una fatalidad.
La joven sintió una extraña y escalofriante sensación que recorrió todo su cuerpo desde los pies a la cabeza.
Temblorosa tomo la carta y la flor; con sus bellos e intranquilos ojos ,poco a poco fue descubriendo las letras en aquel papel, mientras se derramaban de tristeza y mas que tristeza , desamor.
El canalla se había marchado rompiendo así su promesa, había robado impúdicamente su inocencia y matado de un solo golpe todas sus ilusiones y sueños.
El sol, la luna y las estrellas , todas ellas en aquel instante habían perdido su candor.
Su dolor era tan agudo que podía sentir su corazón rompiéndose a pedazos dentro de si.
Corrió lo mas que pudo asta llegar al santuario, quería escapar, quería huir, alejarse de todo...... y morir.
En el santuario , su herido corazón no aguanto el peso del dolor y el engaño, esfumándose así como suelen esfumarse los sueños al despertar, se precipitó al suelo del cual ya nunca se levanto dejando sobre su rostro lagrimas y junto a su cuerpo .... una flor.
No tiene perdon quien penetra un jardin para arrancar una flor y dejarla morir...
Por Beyanira Aguirre
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