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miércoles, 20 de febrero de 2013

El Navío Blanco






Cuenta la historia que  en una aldea lejana,  vivía una hermosa mujer  de ojos tristes.
Cerca de la aldea, existía un risco que daba al mar, a cierta hora del día, desde ese enorme risco, se podía ver como el dorado cielo del ocaso se juntaba y mezclaba con las oscuras aguas del mar, un paisaje realmente hipnotizador .
No era para nada extraño ver a la mujer todas las tardes antes del ocaso, subir por entre aquel camino pedregoso, con sus pies descalzos y en su mirada un profundo dolor.
Así pasaron los años, aunque nadie sabía por que lo hacía para ella eso era más que su vida.
Una tarde como de costumbre, se le vio subir con mas dificultad al hacerlo pero con la misma voluntad de siempre.  
Se sentó sobre la peña mas alta y observó incansable aquel paisaje en el horizonte del cual sin duda se había enamorado, pues otra razón no habría sino fuera el amor, ya que solo el amor es capaz de soportar el sacrificio que le costaba el llegar ahí día con día.
El viento soplaba con intensidad, pero ella parecía no temer y muy tranquila, casi sin parpadear miraba el horizonte.
A diferencia de los otros días, esta vez sostenía en sus manos temblorosas una carta,  en ella se dibujaban unas cuantas letras que le decían que él volvería para llevarla consigo y así, ella lo creía 
En su mirada encerraba  un gran dolor y en su pecho, un gran secreto que nunca jamás a nadie había revelado, ni lo haría.
Su piel había envejecido y sus cabellos blancos revoloteaban ahora con el viento que se empeñaba en decirle al oído… no volverá, mas ella, segura de su amor lo callaba  con su silencio y aunque su mirada era  borrosa, se esforzaba  por divisar que a lo lejos un navío se acercaba  desde el horizonte sobre las majestuosas olas del mar.
Era un gran navío de velas blancas y mástil dorado, resplandeciente bajo los brillantes rallos del sol que se acercaba  majestuoso y presuroso a la costa.
Ella sintiendo en su corazón una grande emoción sabía bien que era él, que había  venido por ella.
Sus manos temblorosas se apoyaban en las piedras del risco para levantar su cansado cuerpo y con gran dificultad se puso de pie, quería  que la viera hermosa, bella, como aquel día cuando se fue.
Con delicadeza recogía  su pelo alborotado y con una radiante pero a la vez cansada sonrisa dejaba escapar una lágrima de felicidad.
Pensaba en todo lo que le diría al verlo y en todo lo que esperaba escuchar de él.
Un halcón surcó en aquel preciso momento, el cielo y con sus gritos advertía  un gran peligro ,  pero ella no escuchaba, solo podía escuchar la vos de su corazón que repetía  incansablemente el nombre de su amado.
Sus ancianos pies se dirigían ciegos a la orilla del risco, cada paso era mas y mas difícil, el terreno  áspero lastimaba sus pies, pero no le importaba, avanzaba con ansias de estar cerca de él, el viento soplaba mas fuerte trayendo entre sus hondas la voz añorada de su amor que le decía ya no quedamente, sino en un ensordecedor grito…. Ven.
al final del risco, el brillo de aquel hermoso navío la cegó por completo y en aquel flechazo de luz, voló por los aires como un ser angelical, extendió sus alas al vacío y dejándose llevar por el viento abrazador mientras que en el cielo, el halcón gritaba sin consuelo anunciando el último adiós...mientras el navío se alejaba tan sereno perdiéndose en la penumbra de aquel día que llegaba a su fin.
Desde ese día se sigue escuchando en aquel risco al halcón que cuenta con su grito tras el paso del tiempo, la historia de aquel navío y la diosa que surco los cielos para estar con su amado desde aquel risco pedregoso al que la gente  hoy atribuye el nombre de:
(El Navío Blanco)
Escrito Por: Beyanira Aguirre

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